Editorial POLEMOS
VERTEX - Revista Argentina de Psiquiatría
  Nº110 - Volumen XIV
Julio/Agosto 2013


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  • SUMARIO:
    • REVISTA DE EXPERIENCIAS CLÍNICAS Y NEUROCIENCIAS

      • Actitudes de los profesionales de la Salud Mental hacia las personas con esquizofrenia
        Ivana Druetta, María Fernanda Ceresa, Eduardo A. Leiderman     Leer Resumen

      • Asociación entre ansiedad y depresión en la enfermedad alérgica
        Nicolás Héctor Noriega     Leer Resumen

      • Actualización de los trastornos psiquiátricos específicos de las epilepsias
        Judit Epstein, Rodolfo Zaratiegui, Alfredo Thomson     Leer Resumen

    • Dossier: “SEXOLOGÍA Y PSIQUIATRÍA”
      Coordinadores: Patricio Alba - Alexis Mussa     Leer

      • La eyaculación precoz. Actualizaciones clínicas
        Adrián Sapetti      Leer Resumen

      • Trastornos sexuales femeninos en a actualidad
        Marta Rajtman      Leer Resumen

      • Trastornos de la conducta alimentaria: imagen corporal y sexualidad
        Patricio Alba, Mariana Gabriela Kes      Leer Resumen

      • Ansiedad, trastornos de ansiedad y sexualidad. La compleja interacción entre ansiedad y funcionamiento sexual
        Andrés Flichman      Leer Resumen

      • Sexualidad en adolescentes
        Carlos Alberto Seglin      Leer Resumen

      • Sexualidad, narcisismo y genitalidad en la obra de Philip Roth
        Daniel Matusevich      Leer Resumen


    • EL RESCATE Y LA MEMORIA

      • Richard von Krafft-Ebing: las perversiones sexuales como problema médico y legal
        Norberto Aldo Conti

      • Psychopathia sexualis: estudio clínico y forense
        Richard von Drafft-Ebing


    • LECTURAS Y SEÑALES

      • Sexualidades. Tensiones entre la Psiquiatría y los conflictos militantes
        Daniel Matusevich      




  • EDITORIAL
    A principios de junio del corriente año el país se estremeció con la noticia de un crimen atroz: el cuerpo sin vida de una adolescente de 16 años apareció dentro de una bolsa, en un basural, mientras la familia la buscaba con desesperación y su foto aparecía, insistentemente, en todos los medios electrónicos e impresos. Ante un país en vilo, se arribó al final más temido. Fotos del funeral, angustia, desesperación, reclamo de esclarecimiento.

    La justicia comienza, entonces, su investigación, que estará llamada a durar días, semanas y aún meses, transitando los plazos del Poder Judicial. Mientras tanto, los medios de comunicación, sin piedad, y hasta en ocasiones sin reparar en mínimos miramientos éticos, informan y desinforman a la vez, repitiendo ad nauseam imágenes y verdades a medias, cuando no falsedades lisas y llanas. Excepciones las hay, por supuesto, pero son menores y no alcanzan a modificar el panorama comunicacional descripto. En un momento de frenesí (des)informativo, se difunden imágenes del cadáver de la víctima, filtradas por vaya a saber qué manos perversas y a cambio de qué contraprestación.

    Pero ya hemos hablado en estos Editoriales de la responsabilidad de la prensa en situaciones de este tipo, de la necesidad de revisar la ética periodística, de la tensión entre verdad, derecho a la información y derecho a la privacidad, de prevención de suicidios, etc. elementos todos ellos dignos de una reflexión en los ámbitos correspondientes.

    Pero no sólo la prensa, la justicia, la policía deberían hacer una reflexión autocrítica; los psiquiatras también debemos hacerla. Hemos visto y escuchado a colegas, entrevistados por los medios de comunicación, a propósito del caso de la adolescente mencionado, explayarse en comentarios y teorías de todo tipo y color, más cercanos a los propios de la prensa sensacionalista y a los comentarios de la calle, que a lo que debería ser la participación comunitaria de un profesional de la salud mental.

    Antes de conocerse el resultado de la instrucción judicial (ni hablar de la sentencia definitiva), se escuchó a psiquiatras analizando la expresión del rostro de tal o cual familiar y su relación con la psicopatía (sic); el tono de voz de la madre de la víctima y la relación del mismo con la posible culpabilidad o inocencia; sobre la “disfuncionalidad” familiar en “familias ensambladas”; sobre la frecuencia del fenómeno del abuso sexual intrafamiliar (antes de que se sepa si el crimen está o no relacionado con el abuso sexual), y un largo etcétera que tendemos sobre otras expresiones vertidas a modo de manto de piedad.

    ¿Tiene cualquier psiquiatra derecho a hablar por los medios masivos de comunicación? Por supuesto que sí.

    ¿Es aceptable que se afirmen semejantes obscenidades? Desde luego que no.

    En medio de la conmoción social, del horror, del desesperante encuentro con lo ominoso en el sentido freudiano, en lugar de prestarse al lucro con el morbo generalizado, los psiquiatras podemos hacer (o al menos intentar hacer) aquello para lo que sí estamos entrenados: ayudar a la ciudadanía a procesar la angustia que este tipo de crímenes horrendos produce.

    Este es el servicio que un colega debe prestar a la comunidad en situaciones sociales que producen zozobra: ayudar a ligar lo desligado, a hallar herramientas para la reflexión.

    Para beneficio de la sociedad, de la seriedad de nuestra profesión y de las normas éticas que los psiquiatras defendemos y respetamos.

    Santiago Levin - Juan Carlos Stagnaro