![]() | Volumen VI— Nº21 Septiembre/Octubre/Noviembre 1995 ![]() |
Una avalancha de datos provenientes de muy diversos horizontes científicos multiplica sus embates sobre los cada vez más imprecisos límites de una Psiquiatría que se esfuma por sus bordes y pierde nitidez hasta en su mismo centro conceptual. La explosión de las neurociencias, de la ingeniería genérica, de las distintas especialidades médicas (inmunología, endocrinología, neurología,...) la profusión de técnicas de estudios por imágenes y análisis bioquímico, la difusión omnipresente del criterio estadístico en patología y los instrumentos escalares, los resultados epidemiológicos y su aplicación a la nosografía parecer poder acabar con las viejas maneras del arte clínico, del covivenciar con el paciente, del encuentro intersubjetivo, de la fascinante búsqueda de la creación de otra verdad en el mismo gesto loco, dolorosamente bello o irrisorio en el que se intenta exponer lo indecible de lo humano. No más “especulaciones”, pareciera ser la consigna de prestigio en estos tiempos. Lo no verificable experimentalmente quedaría así relegado al nebuloso campo de las estéticas o las ideologías, ya sin potencia para operar en el terreno de una Salud Mental definitivamente científica en su fisio(psico)patología. La revisión presentada en el dossier de este número, con el que Vertex culmina sus primer cinco años de existencia, apunta a dar una muestra de la interpelación que la Psiquiatría recibe actualmente desde el ámbito de las ciencias biomédicas. ¿Cómo incorporar estos datos? ¿Cómo articular el viejo acerbo clínico con estos nuevos intentos holísticos? Una fórmula, conservadora, sería la de tomar el modelo presentado aquí como un simple aggionarmiento de la fisiología, ahora más perfeccionada en su descripción de los procesos de feedback, sin acusar recibo de sus efectos sobre nuestra especialidad. Otra, biomédica a ultranza, consistiría en saludar la feliz llegada de un modelo capaz de explicar biológicamente la conducta humana. Una tercera, quizás más equilibrada, más humilde y autocrítica, sin duda más angustiante, podría ser la de recibir estos datos científicos, estudiarlos en su validez, sopesarlos a la luz de la Clínica y confrontarlos con los modelos que hoy manejamos. Quizás en el marasmo actual del paradigma psiquiátrico, en lugar de elegir el encastillamiento conservador o investir con imprudencia un naturalismo ingenuo, podamos tensar nuestro pensamiento para avanzar integrando estos nuevos aportes en una renovada reflexión sobre la subjetividad. J. C. Stagnaro y D. Wintrebert |