Editorial POLEMOS
VERTEX - Revista Argentina de Psiquiatría
  Volumen XVIII— Nº72
Marzo/Abril 2007


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  • SUMARIO:
    • Dossier: "CALIDAD DE VIDA EN SALUD MENTAL"
      Coordinadores: Martín Agrest y Martín Nemirovsky

      • Depresión y calidad de vida
        Rodolfo Zaratiegui      Leer Resumen

      • La calidad de vida de los médicos: estudio de una muestra de médicos del Uruguay
        Laura Schwartzmann      Leer Resumen

      • Enfermedad crónica y calidad de vida
        Cristina Pecci     Leer Resumen

      • Salud, discapacidad y calidad de vida: ¿importan las distinciones conceptuales?
        Sommath Chatterji      

      • Perspectiva internacional de calidad de vida en las personas mayores. Proyecto WHOQOL-OLD
        Ramona Lucas Carrasco     Leer Resumen

      • Perspectivas para la investigación en calidad de vida de Latinoamérica
        Montserrat Ferrer      

      • Calidad de vida en niños y adolescentes
        Luis Rajmil      




    • Introducción.

      La noción de calidad de vida forma parte de la vida cotidiana tanto de las personas que padecen enfermedades, de los profesionales de la salud como de la gente en general. Todos, o casi todos, demandamos vivir mejor o, no solo mejor sino, más y mejor. No es demasiado difícil averiguar si un grupo poblacional logró vivir más con alguna intervención sanitaria. Pero, ¿los años ganados de vida son los del momento de la intervención sanitaria o los del final de la vida? Una intervención a los 50 años que se ha determinado que sirve para ganar un año de vida, ¿permite vivir dos veces el año número 50 o que a continuación del año 85 todavía quede el 86? En este punto la mayor vida se toca con la mejor calidad de vida desde el punto de vista subjetivo del interesado y el terreno de la salud mental ocupa un lugar fundamental en el análisis y comprensión de los fenómenos ligados a esta subjetividad. Existe una medida que evalúa las intervenciones según sea el dinero gastado y la resultante por los años de vida ajustados según discapacidad y su sigla en inglés es AVAD. ¿Tenemos en cuenta los profesionales en nuestra práctica habitual este tipo de cuestiones? ¿Lo que gastamos en salud se expresa en una mejor calidad de vida de los individuos? ¿Cuánto del dinero que se aplica a complejos y modernos planes de diagnóstico y tratamiento influyen de manera contundente en la calidad de vida? El concepto calidad de vida ha cobrado una gran especificidad en el campo de la salud, y no es ya solo un aforismo o una declamatoria de expectativas, sino un complejo campo de investigación y casi una disciplina donde gran número de profesionales de la salud se ocupan de su conceptualización y trabajan para poder medirla en los diferentes grupos poblacionales (niños, viejos, población general, distintas patologías crónicas, etc.). Este concepto contempla esencialmente al individuo en su contexto y en diferentes áreas de su vida, nutriéndose de la información que ellos mismos aportan. Es decir, que la evaluación de la calidad de vida se realiza sobre la opinión de los propios ciudadanos, usuarios, pacientes. Esto balancea el tradicional paternalismo médico, permitiendo que los primeros interesados (pacientes y familiares) intervengan y tengan peso en las decisiones a tomar. Por otro lado, la educación, el saneamiento ambiental, el ambiente de trabajo, la recreación y el ocio, el respecto y la dignidad de los ciudadanos aportan a la calidad de vida; sin embargo no son temas o carteras que se encuentran en los ministerios de salud. El peligros es que solo quede en una declaratoria de buenas intenciones. ¡Quién no estaría de acuerdo con que todos los dominios que corresponden al concepto calidad de vida son importantes! Pero a pesar de esto, del gran avance tecnológico que ha experimentado la medicina, no necesariamente se ha expresado en una forma proporcional en la calidad de nuestros pacientes, de la ciudadanía en general ni de los profesionales que los tratan. La operación fue un éxito, el paciente se murió, el cirujano se enfermó y alguien se enriqueció. El dossier se compone de diferentes trabajos que abordan desde distintos ángulos el problema de la calidad de vida. En primer lugar, Rodolfo Zaratiegui evalúa la calidad de vida en un grupo poblacional específico (los pacientes depresivos), aportando datos muy necesarios para pensar intervenciones y políticas con este tipo de sujetos. En segundo lugar, el trabajo de Laura Schwartzmann del vecino país de Uruguay, enmarcado en la ruptura del contrato social que se ha producido con los médicos, estudia su calidad de vida relacionada con la salud. Pecci ejemplifica uno de los grandes beneficios de los estudios de calidad de vida al comparar cómo es la misma en pacientes ambulatorios que padecen diferentes problemáticas (dolor, parkinson y ansiedad). Somanth Chatterji expone sobre los aspectos más conceptuales de la noción de calidad de vida. Ramona Lucas presenta la versión del WHOQOL par viejos, con una interesante exposición de cómo se cocinó internacionalmente esta versión específica. Montserrat Ferrer estudia cuestiones metodológicas de la traducción y el uso de escalas en español, siendo que generalmente surgen en otro idioma y para poblaciones con otra cultura. Luis Rajmil rescata el valor de la opinión de los niños respecto a su calidad de vida, ahora saliéndose del paternalismo de los padres.