Editorial POLEMOS
VERTEX - Revista Argentina de Psiquiatría
  Volumen XIX — Nº 78
Marzo/Abril 2008


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  • SUMARIO:
    • REVISTA DE EXPERIENCIAS CLÍNICAS Y NEUROCIENCIAS

      • Prevalencia del Trastorno Obsesivo Compulsivo y su comorbilidad con el Trastorno Depresivo Mayor en adolescentes escolarizados
        German Eduardo Rueda-Jaimes, Paul Anthony Camacho López, Álvaro Andrés Navarro-Mancilla     Leer Resumen

      • Análisis sociodemográfico y psicopatológico en intentos de suicidio infantojuveniles
        Mónica Edith Bella, Alicia Ruth Fernández, Gabriel Acevedo, José María Willington      Leer Resumen

    • Dossier: "LA CONCIENCIA",
      Coordinación: Martín Agrest
           Leer Resumen

      • La conciencia en psiquiatría
        Norberto Aldo Conti, Eduardo Keegan, Fernando Torrente, Juan Carlos Stagnaro     Leer Resumen

      • El problema difícil de la conciencia y la clínica psiquiátrica
        Santiago Bardotti     Leer Resumen

      • Neurobiología de la Conciencia
        Tristan A. Bekinschtein, Facundo F. Manes     Leer Resumen

      • El yo y sus distintas facetas
        Manuel Zlotnik     Leer Resumen

      • Notas sobre la Idea de “Responsabilidad” en el Derecho
        Martín Hevia      Leer Resumen

      • ¿Qué soy yo y (cuáles) las ilusiones de mi conciencia?
        Martín Agrest      Leer Resumen



  • EDITORIAL
    “El 58% de la gente no leyó ningún libro en el último año” (La Nación 6/5/2008). El dato surge de una encuesta realizada por Gallup en nuestro país. El estudio se hizo con entrevistas a 1006 personas, mayores de 18 años, y revela que el 42% leyó por lo menos un libro en los últimos 12 meses. Las conclusiones generales son similares a la encuesta de 1999. El argentino promedio lee poco. Aunque, probablemente, los resultados sean más alentadores, estos datos nos deben hacer reflexionar sobre los hábitos de lectura en ambientes específicos de la sociedad, como es el estamento universitario y, más particularmente, el de la Facultad de Medicina y sus cursos de post-grado.

    Desde el comienzo de los estudios se verifica una orientación permanente de los alumnos al estudio por apuntes y fotocopias de fragmentos aislados de libros y revistas. La queja de los alumnos es el costo de los libros. Esta situación se ve agravada por la carencia de bibliotecas especializadas flacas de presupuesto para actualizar sus anaqueles con obras recientes. A esta carencia de oferta se agrega la ausencia de instancias de elaboración que obligue a la redacción de trabajos científicos, memorias y tesis a fin de atravesar diferentes niveles de la formación universitaria de grado y post-grado, como ocurre en otras Facultades de Medicina en el mundo. Póngase por ejemplo a las Residencias de psiquiatría en nuestro país cuyos profesionales promocionan año tras año sin evaluación y sin el entrenamiento de reflexión y redacción mencionado. La consecuencia de ese recorrido es una caída pronunciada en el hábito de lectura de los médicos psiquiatras a lo cual se agregan otros dos fenómenos: en primer lugar, la exaltación de lo nuevo, lo inmediato, “el último paper”, que, más allá de la imprescindible actualización a la que obliga un desarrollo vertiginoso de la investigación médica, otorga a la información un valor exagerado frente a la de la conceptualización de la masa de conocimientos del tesaurus médico contemporáneo y, en segundo lugar, la fragmentación del conocimiento en la especialidad -que está vinculado con lo anterior- lo cual conduce a una peligrosa superespecialización.

    El filósofo Santiago Kovadloff alertó recientemente en una conferencia sobre el acatamiento acrítico de lo que es transmitido en la educación. "No contamos con universidades, sino con facultades, que a uno lo facultan para el ejercicio de una profesión", afirmó, y cuestionó la fragmentación del conocimiento en especialistas que muestran "una indiferencia olímpica por la dimensión orquestal del saber". “No hay universidades, subrayó, porque no hay conciencia de la interdependencia entre las formas del conocimiento”. Advirtió, además, que “se fragmenta la comprensión del hombre, aunque haya especialistas en la articulación del codo o sociólogos a quienes la filosofía les parece estéril”.

    Una saludable y necesaria apertura de la mirada de nuestros médicos hacia otras disciplinas, hacia la literatura general y las humanidades, en particular la historia de la medicina y la epistemología, sería el viento fresco que pudiera aclarar las neblinas del reduccionismo biológico y la fascinación por las modas y los datos fugaces arropados por el brillo de la novedad.

    Urge entonces, equipar nuestras bibliotecas, dotarlas de personal y recursos modernos, estimular la utilización por parte de los alumnos de todos los niveles de material bibliográfico estimulando su lectura crítica y la elaboración de trabajos como parte del aprendizaje y la evaluación y promoción de una lectura más amplia que la limitada a la exigida por la práctica de la profesión.

    Juan Carlos Stagnaro