- SUMARIO:
- REVISTA DE EXPERIENCIAS CLÍNICAS Y NEUROCIENCIAS
- Eventos no epilépticos psicogénicos y la clínica de la epilepsia del lóbulo frontal
Ana Judit Epstein, Alfredo Ernesto Thomson Leer Resumen
- Posibilidad y límites del horizonte de comprensión de la Psiquiatría
María Lucrecia Rovaletti Leer Resumen
- Primer episodio psicótico en trastorno bipolar: diferenciación clínica e impacto funcional en una muestra argentina
María Lolich, Gustavo Vazquez, Eduardo A. Leiderman Leer Resumen
- Dossier: “¿PSIQUIATRÍA BASADA EN EVIDENCIA?”
Coordinación: Silvia Wikinski, Daniel Matusevich Leer Resumen
- Luces y sombras de la Medicina Basada en la Evidencia
Karin Kopitowski Leer Resumen
- ¿Qué es la “Evidencia” en la Psiquiatría?
Mona Gupta Leer Resumen
- Algunas reflexiones en torno a la corriente de psiquiatría basada en evidencias y su impacto en la Psiquiatría contemporánea
Norberto Aldo Conti Leer Resumen
- Promoviendo nuevos paradigmas: Bill Fulford y la Medicina Basada en los Valores
Pedro Pieczanski, Daniel Matusevich Leer Resumen
- Entrevista a David Healy
Santiago Levin, Daniel Matusevich, Pedro Pieczanski, Silvia Wikinsky
El doctor David Healy es medico psiquiatra, director del North Wales Department of Psychological Medicine de la Universidad de Cardiff, autor de mas de 170 articulos y libros acerca de la especialidad; su capacidad analitica, su mirada critica y su profundo conocimiento de la historia y la epistemologia de nuestra especialidad lo convierten en el candidato ideal para responder las preguntas de VERTEX en referencia a los temas de este dossier.
- EDITORIAL
En los últimos tiempos asistimos en nuestro país, y cada vez más, a un bombardeo mediático sistemático en relación al tema de la inseguridad y la violencia.
Este fenómeno no es nuevo. Renace periódicamente con mayor intensidad y en este fin del año ha vuelto a las pantallas con particular frecuencia. Algunos medios de comunicación televisiva, los que más impacto por su audiencia tienen entre los mass media, transmiten de manera insistente los acontecimientos que ocurren, mostrando durante horas, mediante un método de repetición casi hipnótica, las pocas imágenes que obtienen de cada hecho, mientras en off una voz de periodista, en general poco talentosa/o, dicta machaconamente en los oídos de los televidentes suposiciones, impresiones y juicios de valor sin el menor sustento, de una banalidad absoluta, sin profesionalismo y, frecuentemente, con errores de pronunciación y sintaxis que agregan su violencia verbal sobre el español a la que pretende mostrase en las imágenes. No se trata de minutos, son horas y horas de los canales de televisión, nacionales y regionales que se ocupan de este verdadero lavado de cerebro generando la sensación de que nos hundimos en un caos de crímenes, accidentes y desgracias sin remedio ni defensa.
No cabe ninguna duda que la sociedad argentina está atravesada por situaciones de injusticia social, de conflictos debidos a la marginación y la pobreza que es urgente e impostergable revertir. También es desgraciadamente cierto que los factores del privilegio, indiferentes al sufrimiento del otro, dejan fuera de los más elementales derechos humanos, económicos y sociales a muchos de nuestros compatriotas. Es en ese suelo abonado por la desigualdad que crece la anomia, languidece la cultura del trabajo -bastardeada por los salarios magros, la servidumbre “en negro” y el atropello de los derechos laborales- y pierden fuerza los lazos de solidaridad. A ese panorama debe agregarse la presencia del patoterismo de diferentes cuños, el crimen organizado, el narcotráfico y el comercio de personas, que han hincado sus garras en nuestra trama social con las consiguientes complicidades, ineficacias para combatirlo e intereses creados para protegerlos.
Ambos fenómenos, la violencia social y delictiva, y su exhibicionismo con fines comerciales o políticos en los medios de comunicación de masas concurren en un efecto similar sobre la mente de los ciudadanos: la exigencia de una elaboración constante de estímulos traumáticos. Esta sobrecarga psicológica recibida varias veces por día, sin descanso, es fuente de fatiga, ansiedad, pesimismo y desesperanza. Lejos de contribuir a una información al servicio de la toma de conciencia y la invitación a la reflexión y la acción conjunta en pos de una mejor convivencia social, el resultado suele ser el del descreimiento en la posibilidad de construirla, la desconfianza respecto del otro, de la acción política, de las instituciones republicanas y, finalmente, de nuestro país en su conjunto como formación social. Por otro lado, la orientación ideológica de muchos de los mensajes televisivos mencionados apunta explicar los fenómenos sociales violentos que se exhiben con un sesgo particular: la xenofobia, el racismo, la criminalización de la pobreza son tópicos redundantes en este adoctrinamiento dirigido a los sectores medios de la población para inducir la idea de que es necesaria la mano dura y la represión como única solución al problema, cuando, en realidad, esas estrategias solo contribuyen a gravarlo.
Además de los factores éticos y políticos implicados en este tema, es necesario señalar también que estas campañas golpean en la calidad de vida de las personas y, por ende, en su salud mental, incrementando por vía de una sobrecarga traumática constante el peso, ya existente, de vivir en una sociedad en cambio.
Juan Carlos Stagnaro
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