Editorial POLEMOS
VERTEX - Revista Argentina de Psiquiatría
  Volumen XXII – Nº 96
Marzo / Abril 2011


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  • SUMARIO:
    • REVISTA DE EXPERIENCIAS CLÍNICAS Y NEUROCIENCIAS

      • Prevalencia de depresión y ansiedad en una cohorte de 761 obesos: implicancias en la adherencia al tratamiento y sus resultados
        Rafael Violante, Silvina Santoro, Claudio González     Leer Resumen

      • Evolución de la minimización del riesgo de producir agranulocitosis por la administración de especialidades medicinales que contienen clozapina en Argentina
        Maximiliano Bergman, Inés Bignone, Agustina Bisio, Viviana Bologna, Analía Sabatini     Leer Resumen

    • Dossier: “PSIQUIATRIA INFANTO-JUVENIL”

      • Aspectos evolutivos del Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH): de los factores de riesgo al impacto socioacadémico y a la comorbilidad
        Javier Quintero, Mercedes Loro, Belén Jiménez, Natalia García Campos     Leer Resumen

      • Internación Psiquiátrica de Adolescentes menores de 17 años: complejidad en la problemática y en la solución
        Andrea Abadi, Roberto Pallia, María Florencia Blanco, Gisela Rotbalt, Juliana Nieva, María Carolina Olguín, Pedro Lesta      Leer Resumen

      • Funciones Neurocognitivas y Psicopatología Infanto-Juvenil
        Rodrigo Chamorro Oschilewsky      Leer Resumen

      • El niño portador de un trastorno grave del humor y del comportamiento. Investigación clínica
        Laura Viola      Leer Resumen

      • Trastornos del espectro autista. Hipótesis del desarrollo funcional emocional y su relación con las intervenciones terapéuticas
        Sebastián H. Cukier, Ernesto Wahlberg      Leer Resumen

      • Tentativa de suicidio en la adolescencia: relato de una experiencia clínica
        Carlos Finkelsztein, Paula Girard, Alfredo Job, Daniel Matusevich      Leer Resumen




  • EDITORIAL
    La hospitalización psiquiátrica constituye una figura cuya carga de estigmatización oscurece el debate en torno a ella. En el imaginario social es percibida como ominosa, seguramente prolongada y presagio de un mal incurable, porque ella porta el pesado fardo de ser signo de locura con todas esas connotaciones culturales. Quienes ponen el acento en la necesidad de cerrar las instituciones monovalentes (sería más correcto decir hospitales especializados, como los de otras especialidades médicas) para tratar mejor a los enfermos mentales equivocan la estrategia para disminuir el estigma que pesa sobre la condición de paciente. Y, si cuentan con la experiencia suficiente, deben reconocer también que no todo se puede resolver en los servicios de psiquiatría de los hospitales generales que, dicho sea de paso, brillan por su ausencia en la inmensa mayoría de los hospitales de nuestro país, a pesar del casi medio siglo que nos separa de la experiencia del doctor Goldenberg en Lanús.

    La hospitalización psiquiátrica tiene indicaciones variadas que dependen del momento evolutivo de cada caso y de múltiples factores condicionantes sociales, judiciales y sanitarios. En esa trama, los criterios que deben primar son los de orden clínico y por ello, es incompleto y, por ende, incorrecto, limitar la causa de una internación a la exclusiva existencia de “riesgo cierto e inminente”. El recurso de la hospitalización, en muchos casos, debe contemplarse también cuando el entorno de un paciente, sea este familiar o más ampliamente social, carece de los recursos indispensables para su cuidado. También puede resultar la conducta de elección para permitir la elaboración de conflictos familiares desencadenantes de descompensaciones en pacientes muy vulnerables a los mismos, o para poner ciertos límites a conductas que entrañarán futuras complicaciones en la vida de un paciente, o porque él solicita abrigo (muchos pacientes recuerdan la institución en la que estuvieron como lo que debe ser: un lugar hospitalario, y mantienen con ella una transferencia positiva). De ello se desprende la singularidad de la decisión en cada caso. Por todo ello es evidente que la hospitalización en psiquiatría es un recurso indispensable para la correcta atención y de ninguna manera se la puede indicar siempre como “último recurso” en un tratamiento; de hecho puede ser el primero o indicarse en cualquier momento del mismo.

    El principal punto de polémica debería ser, no la indicación sino la duración de las hospitalizaciones. Y en este aspecto no cabe duda de que el consenso de los psiquiatras coincide en la necesidad de su mayor brevedad. Con los recursos actuales y la dinámica evolutiva que han introducido los abordajes farmacológicos y psicosociales esto se puede y se debe lograr dentro de los límites que impone la evaluación clínica integral. Decir “lo más breves posible” no quiere decir siempre uno o dos días, o una semana (aunque muchísimas veces eso es suficiente para compensar ciertas crisis) sino, precisamente, lo necesario. Que las largas internaciones mantenidas por razones de carencias sociales o por inoperancia terapéutica son perjudiciales es algo indiscutible. Esas prácticas lesionan las libertades individuales, son iatrogénicas y deben erradicarse con la mayor prontitud. Pero, su existencia cuestiona las malas prácticas, cuando estas son su causa, y no la hospitalización. Sin embargo, las causas principales de las hospitalizaciones crónicas no obedecen a la desidia o al abandono de los equipos profesionales sino a la falta de recursos en lo que debería ser una cadena de continuidad terapéutica dotada de dispositivos de intensidad decreciente. Para dinamizar las altas se debe trabajar proactivamente con los pacientes hospitalizados, pero también contar con los recursos en la comunidad para recibirlos en tratamientos semi-ambulatorios o ambulatorios. Sin ellos se demora la reinserción en la comunidad, aún con el mejor trabajo intrahospitalario. La inexistencia y/o insuficiencia de estos recursos es un problema sanitario y, en consecuencia, político.

    Juan Carlos Stagnaro